¿Es el capitalismo la solución? 2 – La Gran Mentira

El Chasque 89
9/06/2023
Ruben López

Como decíamos en el artículo anterior, es necesario enfrentar las ideas dominantes. Sostener, con Artigas: “no tengo más enemigos que los que se oponen a la pública felicidad”.

LA GRAN MENTIRA. Un engaño sostenido por siglos.

«El interés del capitalista y del obrero es, por consiguiente, el mismo, afirman los burgueses y sus economistas. En efecto, el obrero perece si el capital no le da empleo. El capital perece si no explota la fuerza de trabajo, y, para explotarla, tiene que comprarla. Cuanto más velozmente crece el capital destinado a la producción, el capital productivo, y, por consiguiente, cuanto más próspera es la industria, cuanto más se enriquece la burguesía, cuanto mejor marchan los negocios, más obreros necesita el capitalista y más caro se vende el obrero.
Por consiguiente, la condición imprescindible para que la situación del obrero sea tolerable es que crezca con la mayor rapidez posible el capital productivo.
Pero, ¿qué significa el crecimiento del capital productivo? Significa el crecimiento del poder del trabajo acumulado sobre el trabajo vivo. El aumento de la dominación de la burguesía sobre la clase obrera.
Cuando el trabajo asalariado produce la riqueza extraña que le domina, la potencia enemiga suya, el capital, refluyen a él, emanados de éste, medios de trabajo, es decir, medios de vida, a condición de que se convierta de nuevo en parte integrante del capital, en palanca que le haga crecer de nuevo con ritmo acelerado”[1](Carlos Marx)

Estos conceptos (1849) mantienen total vigencia al día de hoy. Muchas personas, desde la izquierda, nos dicen que el mundo ha cambiado, que no podemos medir con la misma vara los hechos de 60 o 200 años atrás, y tienen una parte de la razón.

De la carreta a las naves espaciales, del vapor a la energía nuclear, del telar a la robótica, de los cálculos manuales a la informática o la Inteligencia Artificial. Sin embargo algo no ha cambiado: la propiedad de los medios de producción, la propiedad de los conocimientos y técnicas modernas, la brutal acumulación de capital sigue siendo privada y de pocos. Y si algo mutó fue para hacerlos más ricos y poderosos a costa del resto de la humanidad.

Marx nos sigue susurrando: el peso del trabajo muerto pesa como una losa sobre el trabajo vivo. El trabajo muerto (o acumulado) apropiado y concentrado como capital, compra la fuerza de trabajo que vuelve a producir riqueza a cambio de un magro salario Y se convierte no sólo en poder económico, sino político, cultural, mediático, ideológico, judicial y militar.

NO para satisfacer necesidades humanas.
Los dueños del capital y sus representantes en el gobierno, “se oponen a la pública felicidad” por la vía de los hechos. Nos dicen y nos juran de sus buenas intenciones, pero los frutos de la ciencia, de la técnica, de la mayor productividad nunca llegan a los “peones”, “los más infelices (siguen siendo infelices) nunca los más privilegiados”.

Así, escuchamos durante semanas sobre el conflicto de Conaprole, independiente del fondo del mismo (no conocemos los detalles), el Presidente de la República y algunos ministros se detuvieron a denostar las medidas de lucha, porque atentaban contra la empresa, contra el país, contra las inversiones.

Se va a producir más con menos mano de obra, es decir desplazar obreros para producir más ganancias.
¿No tienen los trabajadores derecho, también, a beneficiarse con el producido por la inversión de la empresa? Ya sea con más salarios o jornadas reducidas.

No. El Ministro de Agricultura reprochó a los trabajadores que se ponen de espaldas al país, a la empresa y al progreso, mientras los tamberos deben ordeñar si o si, todos los días. Presidente y ministros, haciendo uso de su cuasi monopolio de los medios de comunicación transmiten el pensamiento dominante.

Aquí debemos detenernos en otras consideraciones.
Primero, Conaprole es una cooperativa de productores, como casi siempre en este país, la dirigen los grandes productores (no los pequeños);

segundo, los voceros de la empresa y el gobierno al presentar sus argumentos hablan del sacrificio de quienes trabajan en el tambo (los dueños de pequeños tambos y los asalariados sobre todo de los grandes tambos), lo cual es cierto, pero tratando de enfrentar a pobres con pobres, a trabajadores con trabajadores (dueños o no);

tercero sería bueno (y deseable) que los obreros industriales pudieran dialogar con los productores y proletarios rurales para darle otro marco a una situación aprovechada por la clase dominante, no sólo para extraer mayores ganancias, sino para dividir a los sectores populares.

Otro ejemplo de reciente data. La Ley de la Seguridad Social (de Jubilaciones en realidad), un atentado más a la “pública felicidad”, privilegiando a los “malla oro”, al capital financiero, para que una vez más paguen los trabajadores por los avances científicos y técnicos, que desplazan mano de obra y prolongan la vida. Los beneficios van a los dueños del capital, y los costos a quienes producen con su trabajo (asalariados o pequeños propietarios). Negocio redondo.

Después dicen -estos señores- que el Estado debe estar por fuera, que no intervenga en el mercado (salvo cuando ellos lo necesitan). Así “crece el capital productivo,el crecimiento del trabajo acumulado sobre el trabajo vivo”.

Estos hechos de ayer y de hoy, nos demuestran lo necesario que es para los trabajadores retomar lo mejor de sus tradiciones, ser capaces de unir la lucha por sus reivindicaciones inmediatas con un programa de soluciones a los problemas que afectan al país en su conjunto, entre otros, la erradicación de la pobreza, la tierra para quien la trabaja, ….a definir tareas estratégicas.

Hoy, convocado un tercer Congreso del Pueblo, debemos aprender -no repetir o copiar- de quienes fueron capaces de gestar la unidad obrera y popular en “los 60”, un Programa de Soluciones, no para mejorar salarios y condiciones de trabajo, sino para terminar con la explotación, la pobreza, la miseria, para terminar con la costumbre de relegar a quien trabaja y enriquecer a unos pocos.

Las ideas dominantes no han cambiado y las ansias de riqueza y poder de las elites, tampoco. Por el contrario, la explotación se ha profundizado, las formas de dominación se han exacerbado, cada vez más esferas de la vida humana se convierten en mercancía. Se compra y se vende la salud, la educación, la seguridad social, la seguridad personal, etc. todo se rige por la competencia y quien manda es el “mercado”.

Son los trabajadores, los productores directos, los pequeños y medianos propietarios de la ciudad y el campo, los perjudicados por la gran acumulación y centralización del capital en pocas manos, quienes deben enfrentar, unidos y organizados, para superar problemas que no tendrán solución, mientras los sectores dominantes sigan con el poder económico.

Las sucesivas crisis, inherentes al sistema, permiten y agudizan la acumulación y concentración de capital.

Ya en 1907, Ernest Everhard, protagonista de El Talón de Hierro, los acusaba de “mala administración”:
«…. vuelvo a mi acusación. Si el poder de producción del hombre moderno es mil veces superior al del hombre de las cavernas, ¿por qué, pues, hay actualmente en los Estados Unidos quince millones de habitantes que no están alimentados ni alojados convenientemente y tres millones de niños que trabajan?”
Es una grave acusación. La clase capitalista se ha hecho pasible del delito de mala administración. En presencia de este doble hecho -que el hombre moderno vive más miserablemente que su antepasado salvaje, en tanto que su poder productor es mil veces superior-, no cabe otra solución que de la mala administración de la clase capitalista, que sois malos administradores, malos amos y que vuestra mala gestión es imputable a vuestro egoísmo. Y sobre este punto, aquí esta noche, frente a frente, no podéis responderme, del mismo modo que no puede responder vuestra clase entera al millón y medio de revolucionarios de los Estados Unidos….” [2] [Fragmento]

En 1900 la población mundial era de 1,650 millones, hoy son más de 8,000 millones.
Entre 1960 (3,000 millones) y 2020 la población se multiplicó por 2,5, mientras el PBI mundial, por 7,5, (de 11 a 82 billones de dólares).

El excedente económico generado fue muy superior al aumento de la población.

Si no fuera por “la mala administración” y la “mala gestión imputable (al) egoísmo” de la clase dominante, se podría dar una mejor distribución de la riqueza y el ingreso.

Por ello, podemos denunciar la gran mentira, el hacernos creer que los problemas en la sociedad son por diferencias entre organizaciones políticas, sociales, gremiales, culturales, económicas, deportivas, etc. Así ocultan lo real: las diferencias surgen de la propiedad de los medios de producción por parte de una clase, mientras la mayoría no propietaria debe vender su fuerza de trabajo para sobrevivir. Esto es lo que provoca la confrontación de clases en lo profundo de la sociedad.

Si tenemos en cuenta que el 90% de la población es perjudicada por el actual sistema, parece sencillo concluir que si las personas engañadas (que eligen para que los gobiernen a quienes los explotan y roban), tomaran otra decisión, sus vidas cambiarían sustancialmente.

¿Por qué no ocurre?
Independiente de la actual correlación de fuerzas, es necesario comprender que lo esencial es avanzar en la conciencia de que los cambios son necesarios y posibles.

El camino hacia cambios radicales pasa por profundizar la democracia, la participación creativa del pueblo, en la toma de decisiones, en la dirección y el control de los procesos democráticos.

La burguesía nacional es, hace tiempo, incapaz de encabezarlos, primero, por su compromiso con el Gran Capital al cual está sometida como socia menor, segundo, porque teme más al trabajador y a sus demandas de justicia social y democracia.

Los trabajadores, en cambio, no tienen nada que perder “salvo sus cadenas”, pues la próxima crisis los hundirá aún más en la pobreza, la miseria y la exclusión.

Los cambios encabezados por los trabajadores deberían: limitar la acumulación y el poder del gran capital, promover y desarrollar la propiedad y la gestión social en beneficio de los trabajadores, los micro, pequeños y medianos propietarios de la ciudad y el campo, en fin, de los productores directos generadores de la riqueza, que por años han sido expoliados por un pequeño sector privilegiado, los oligarcas criollos aliados al capital extranjero.

El objetivo es unir a toda la población en un gran frente común, contra ese pequeño núcleo poseedor y depredador (de la sociedad y el ambiente).

Definir áreas estratégicas de Desarrollo económico y social para dar satisfacción a las necesidades más apremiantes, en especial la erradicación de la pobreza

Priorizar al trabajador y al productor directo, con el horizonte en la Propiedad Social, estatal, cooperativa, comunitaria, local, mixta, asociada en conglomerados de empresas para hacerlas eficiente y competitivas.

Debilitar, desestimular la propiedad privada, la acumulación de riqueza en pocas manos, que ponga coto a esa abusiva, indignante e inmoral concentración en el 1%, o en el 0,1%.

El programa, las medidas concretas, las políticas a llevar a cabo deben evitar enfrentar a los sectores de trabajadores formales, de ingresos medios (ya sean obreros o funcionarios), con los micro, pequeños y medianos propietarios de la ciudad y el campo (en su enorme mayoría productores directos, trabajadores), y con el objetivo de erradicar la pobreza.

Por el contrario, las medidas deben evitar el asistencialismo (que objetivamente “estimula” a permanecer en los planes estatales) y generar planes que incorporen a estos sectores al trabajo productivo en sus más diversas formas.

Debemos plantearnos nuevas formas, que incorporen La Comunidad a la solución (no esperar a que resuelva el aparato estatal), lo que implica apoyar, promover formas asociativas, solidaridad (que nunca ha faltado), de forma que los propios vecinos ayuden y se ayuden, desde la alimentación, a la vivienda, salud, educación, cultura, deporte, recreación, a través de trabajo genuino, comunitario, como hay sobrados ejemplos (Ollas comunitarias, La Vida Vale, Comisiones de vecinos, de las escuelas, liceos, en torno a la salud pública, clubes deportivos, sociales, etc.), y con la participación de las organizaciones sociales, los sindicatos e instituciones.

Nos han mantenido en la mentira y el engaño, es hora de que trabajadores y pueblo enfrenten a quienes “se oponen a la pública felicidad”

[1] De trabajo Asalariado y Capital – Carlos Marx
[2] (Ernesto Everhard, protagonista de El Talón de Hierro de Jack London

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